jueves, 2 de octubre de 2025

Perder la iniciativa - Enviada el 03/10/25 - Publicada el 4/10/2025 (https://www.lanacion.com.ar/opinion/carta-de-lectores/iniciativa-politica-pregunta-macri-nid04102025/)

 

Tan antiguo como nuestra especie es el arte de la dialéctica de voluntades para resolver conflictos, lo que hoy denominamos Estrategia. Desde Sun Tzu hasta nuestros días, ese arte ha sido descrito en innumerables libros y publicaciones que han iluminado sus bases y principios.

De su lectura se desprende, a mi entender, que pocas cosas resultan tan decisivas para un adversario como mantener la iniciativa sobre su oponente, pues ello le otorga libertad de acción y, en consecuencia, la posibilidad de explotar las debilidades del segundo. Este aspecto —conservar la iniciativa— adquiere especial relevancia cuando la próxima batalla, según su desenlace, tiene altas probabilidades de convertirse no solo en un punto de inflexión (un cambio de tendencia), sino en algo mucho más grave: un punto de quiebre, donde uno de los contendientes pierde la capacidad de seguir combatiendo.

El gobierno, desde hace unos meses, viene sufriendo una serie de derrotas legislativas que lo han sumido en una tendencia negativa que, de prolongarse con una nueva caída en las elecciones de medio término, podría colocarlo al borde de ese punto de quiebre.

El kirchnerismo, en cambio, juega esta batalla con las reglas que mejor le convienen para reconquistar el poder. Y tiene la iniciativa. En este marco, la acusación contra el primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires constituye un golpe durísimo de absorber para el gobierno. Poco importa si fuera cierto que el candidato recibió a sabiendas fondos y servicios de un narcotraficante: lo que cuenta es que la oposición ha logrado que lo parezca. Y, a esta altura —a pocas semanas de la elección—, de poco sirve racionalizar el hecho: lo que parece, es, y punto.

¿Tiene alguna posibilidad el gobierno de revertir, al menos parcialmente, esta situación? A mi entender, sí, pero solo si actúa con rapidez, sin dilaciones de ningún tipo, y exige la renuncia inmediata del candidato, por más que duela. Debe ponerse por delante de las acusaciones de la oposición —sean estas fundadas o no— y mostrar la misma firmeza que exhibió en otros momentos frente a funcionarios y colaboradores de peso. Solo así podrá cerrar la brecha que permitió a los procesados y condenados por corrupción intentar demostrar que este gobierno no es igual al suyo en esa materia, aunque sin los beneficios del “plan platita”.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Una nueva derrota legislativa. (Enviada a La Nación el 18/09/25)


Sr. Director:

Como en los terremotos marinos cuyo impacto llega después en forma de tsunami, los errores “no forzados” en política —la estrategia del conflicto— terminan en catástrofe. Muchos peronistas, kirchneristas y burócratas estatales esperaban la ocasión para revertir una situación desfavorable. Disimularon sus intenciones, engañaron con promesas populistas y, en el momento justo, golpearon a un oficialismo adormecido por el autoconvencimiento de que “se las sabía todas”.

Despreciaron incluso a quienes, a pesar de que compartían los ideales de Libertad, osaron criticar a Milei o a su hermana. El kirchnerismo-peronismo esperó la oportunidad, la aprovechó y atacó donde más duele: el plan económico. Ahora tiene la iniciativa y busca repetir la victoria de septiembre, mientras tanto los ciudadanos vemos oscurecerse el futuro.

Milei y su equipo siguen siendo la mayor esperanza de salir de la espiral populista, pero no bastan compensaciones tardías ni discursos altisonantes. Es urgente reformular el gabinete e incorporar halcones con experiencia contra el kirchnerismo. Repetir fracasos no es opción. El gobierno debe recuperar la iniciativa y nosotros, los de a pie, tener claro que la lucha por la Libertad, la Constitución y una economía sana será larga y decisiva.


Lic. José María Condomí Alcorta

lunes, 11 de agosto de 2025

Corrupción

Enviada a La Nación el 11/08/25


Sr. Director,

Para quienes hemos recibido una educación marista, cuesta asimilar la magnitud de la corrupción vivida durante los gobiernos kirchneristas. No se trata solo de cifras o balances: es un fenómeno que carcome los valores más esenciales de la vida pública y privada.

La corrupción es como la entropía: a medida que avanza, el desorden crece y se vuelve irreversible. Sus raíces se hunden cada vez más hondo y atrapan a un número creciente de actores. Como la segunda ley de la termodinámica, parece no tener marcha atrás.

Es un virus de altísima contagiosidad. Se alimenta de excusas vacías que ignoran la ética y la moral, liberando a los corruptos de cualquier freno interno. Y así surge la pregunta tentadora: “Si mi jefe, mi subordinado, mi amigo o mi familiar roba, mejora su vida y no recibe castigo, ¿por qué yo no habría de hacer lo mismo?”.

Poco a poco, se instala una ceguera ética que nubla a funcionarios, empresarios y ciudadanos. Las decisiones se toman sin considerar su peso moral; la realidad se acomoda para encajar en la ideología propia, y el resultado es una visión parcial, simplificada y peligrosa del presente y el futuro.

La corrupción, además, se nutre de la psicopatía de algunos de sus protagonistas. De allí nacen el desprecio, la hostilidad y la animadversión hacia todo aquel que piense distinto. Quien se atreve a contradecir al corrupto es atacado con adjetivos hirientes, mentiras y falacias, en un ejercicio de odio visceral.

Frente a esto, la Justicia y el respeto irrestricto a la Ley son las únicas murallas posibles. Pero mientras los condenados por corrupción sigan cumpliendo penas “light” en la comodidad de sus casas, y no sufran castigos duros y ejemplificadores, la Argentina seguirá siendo lo que hoy es: un paraíso para delincuentes y un infierno para los honestos.

José María Condomí Alcorta