lunes, 19 de mayo de 1997

"Hipótesis de conflicto"

Enviada al diario en mayo de 1997.

Buenos Aires, 19 de mayo de 1997.

Sr. Director,
Una vez más el ministro Domínguez, un buen economista según el Sr. Presidente, niega la existencia de hipótesis de conflicto con los países vecinos. Pareciera que por el sólo hecho de negarlas alejáramos definitivamente la probabilidad de un conflicto armado.
Nuestro ministro debería saber que las mismas son sólo eso, ¨hipótesis” que mediante su análisis permiten conocer los riesgos, oportunidades, actores e intereses de múltiples escenarios futuros. Y preveer en consecuencia.
En consecuencia utilizar una hipótesis de conflicto no implica bajo ningún aspecto la intención de ¨ir a la guerra¨, es más, nos permite analizar las acciones que debemos tomar para evitar que un conflicto escale hasta ese punto en el futuro.
Asimismo debería saber que no siempre los intereses de las naciones, vecinas o no, son convergentes o simétricos con los nuestros. Y que en estos casos el surgimiento de conflictos de intereses es natural.
La resolución de un conflicto de cualquier tipo entre partes -sean naciones, empresas o individuos- se da, la enorme mayoría de las veces, a través de la negociación. Individuos y empresas cuentan con una ventaja, se desenvuelven en un contexto ordenado en el que pueden apelar a una autoridad superior: la justicia. Las naciones están condenadas a un contexto anárquico ya que no existe ningún organismo supranacional que en forma “desinteresada” pueda imponer una solución considerada justa para todos los actores.
Queda entonces como recurso la negociación entre partes en la que cada actor pondrá en juego, para defender sus intereses y lograr sus objetivos, el peso de su ¨poder nacional¨. Este se compone por el poder económico, el político, el tecnológico, el cultural y por otros no menos importantes. Entre estos últimos tiene un lugar destacado el ¨poder militar¨.
La violencia que se ejerce sobre una nación es militar sólo en contadísimas ocasiones. La mayor parte de las veces es económica, cultural, tecnológica, etc.
Sin embargo basta que uno de los actores decida amenazar o utilizar efectivamente la violencia militar para que les demás involucrados se vean obligados a defenderse. Si pueden. En caso contrario deberán soportar severas restricciones a su soberanía, integridad territorial, autodeterminación y a la libertad de su ciudadanos.
El poder militar, siempre que sea “creíble”, es la barrera que desalentará al agresor al deteriorar su relación costo/beneficio. Para esto es necesario que cumpla con las siguientes condiciones: ser eficaz, que exista la intención política de utilizarlo llegado el caso, y comunicar claramente a los eventuales oponentes cuales son los intereses que no deben ser vulnerados.
Los gobiernos de la totalidad de los países que importan en este fin de siglo así lo entienden y lo manifiestan públicamente. Incluso nuestros vecinos. Nosotros seguimos creyendo en que las buenas intenciones serán suficiente. Y nuestros funcionarios siguen asombrándose de que otras naciones tomen a la defensa como un tema serio.
Atentamente,

José María Condomí Alcorta

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