Tan antiguo como nuestra especie es el arte de la dialéctica de voluntades para resolver conflictos, lo que hoy denominamos Estrategia. Desde Sun Tzu hasta nuestros días, ese arte ha sido descrito en innumerables libros y publicaciones que han iluminado sus bases y principios.
De su lectura se desprende, a mi entender, que pocas cosas resultan tan decisivas para un adversario como mantener la iniciativa sobre su oponente, pues ello le otorga libertad de acción y, en consecuencia, la posibilidad de explotar las debilidades del segundo. Este aspecto —conservar la iniciativa— adquiere especial relevancia cuando la próxima batalla, según su desenlace, tiene altas probabilidades de convertirse no solo en un punto de inflexión (un cambio de tendencia), sino en algo mucho más grave: un punto de quiebre, donde uno de los contendientes pierde la capacidad de seguir combatiendo.
El gobierno, desde hace unos meses, viene sufriendo una serie de derrotas legislativas que lo han sumido en una tendencia negativa que, de prolongarse con una nueva caída en las elecciones de medio término, podría colocarlo al borde de ese punto de quiebre.
El kirchnerismo, en cambio, juega esta batalla con las reglas que mejor le convienen para reconquistar el poder. Y tiene la iniciativa. En este marco, la acusación contra el primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires constituye un golpe durísimo de absorber para el gobierno. Poco importa si fuera cierto que el candidato recibió a sabiendas fondos y servicios de un narcotraficante: lo que cuenta es que la oposición ha logrado que lo parezca. Y, a esta altura —a pocas semanas de la elección—, de poco sirve racionalizar el hecho: lo que parece, es, y punto.
¿Tiene alguna posibilidad el gobierno de revertir, al menos parcialmente, esta situación? A mi entender, sí, pero solo si actúa con rapidez, sin dilaciones de ningún tipo, y exige la renuncia inmediata del candidato, por más que duela. Debe ponerse por delante de las acusaciones de la oposición —sean estas fundadas o no— y mostrar la misma firmeza que exhibió en otros momentos frente a funcionarios y colaboradores de peso. Solo así podrá cerrar la brecha que permitió a los procesados y condenados por corrupción intentar demostrar que este gobierno no es igual al suyo en esa materia, aunque sin los beneficios del “plan platita”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario