martes, 6 de diciembre de 2005

"Dioclesiano", publicada el 06/12/2005.

Publicada el 06 de diciembre de 2005.

Señor Director:

Vista la convocatoria a los intendentes y las rabietas contra los supermercadistas como método para combatir la inflación, bien vale recordar la experiencia del emperador Dioclesiano (284-305 d.C.) en este sentido.
Roma se encontraba en un creciente proceso inflacionario fruto de las múltiples devaluaciones que había sufrido su moneda, el denario. Dioclesiano será recordado, entre otras cosas, por haber sido el primero en pretender controlar los precios por “decreto”. En efecto, mediante el decreto “Maximum” fijó precios máximos para los productos alimentarios. A pesar de la voluntad imperial y de las penas previstas contra los acaparadores, productores y comerciantes, la inflación se incrementó, los productos escasearon y hizo su aparición el mercado negro. Ante el fracaso, se ordenó que impuestos y salarios se pagaran en especies. Una vez más el fracaso fue completo y el imperio romano profundizó la declinación que lo llevaría a su desaparición.
Nuestra historia registra varios intentos fallidos de controles de precios por parte del estado, ¿porqué los actuales habrían de ser exitosos?

José M. Condomí Alcorta

martes, 1 de marzo de 2005

"Entre la voluntad y el poder.", publicada en marzo de 2005.

Publicada en Cartas de Lectores - Marzo 2005

Sr. Director:

He leído con atención la nota “Kirchner, entre su voluntad y el deber” en donde se expone con claridad sobre los desatinos, desplantes, descortesías y falta de preocupación del Presidente por el protocolo de estado. Al respecto, quisiera agregar que, al asumir la Presidencia, Néstor Kirchner debió tomar conciencia de que para una enorme cantidad de situaciones de la vida diaria dejaba de ser un ciudadano más. Asumió como Presidente de la República Argentina y por lo tanto perdió, para las situaciones antes mencionadas, la calidad de representarse a si mismo, de ser un mero individuo cuyas acciones tienen solo consecuencias para si y, eventualmente, para quienes lo rodean. Cuando deja plantado a un empresario global, a un presidente de estado o a un rey, somos todos nosotros los que cometemos esa falta y las consecuencias pueden ser de orden estratégico para todos los ciudadanos de país. Aún actitudes menores que pudieran parecer intrascendentes para los ojos de los legos se transforman en “temas de estado” cuando quién las lleva a cabo frente a actores estratégicos es un presidente, máximo representante del estado que preside. Pero más grave aún, cuando expone innecesariamente su seguridad en cuanta oportunidad tiene, no solo se expone a si mismo a la probabilidad de sufrir un atentado, somos todos nosotros sufriríamos el atentado y sus consecuencias políticas, económicas y sociales. En síntesis el deber del Sr. Presidente es cumplir con las obligaciones que le impone el cargo y cuidarse porque así nos cuida a todos.

José María Condomí Alcorta

martes, 11 de enero de 2005

"República Cromagnon"

Enviada al diario en 2005.

Sr. Director:

En el caso “República Cromagnon” queda brutalmente claro el precio de no hacer aquello que las autoridades deberían haber hecho en su momento, esto es cumplir y hacer cumplir, sin tolerancia de ningún tipo, las reglamentaciones vigentes.
¿Cómo nadie previó lo que podía pasar? ¿Cómo no se tomaron las medidas como para evitarlo? ¿Cómo no controlaron? son las preguntas habituales de aquellos que miramos azorados las consecuencias de la inacción.
La respuesta es simple: nuestras autoridades políticas son reactivas. Reaccionan ante los hechos consumados, se rasgan las vestiduras, se escandalizan, buscan culpables y condenan. Prever, anticiparse, ser responsables con las consecuencias de los escenarios futuros negativos, planificar, no son características habituales en nuestros dirigentes.
Pero aquello que era muy improbable de tanto en tanto ocurre y se transforma en tragedia y quienes deberían haberlo previsto, dado que para ello fueron elegidos o asignados a una función, intentan escurrirse de sus responsabilidades asignándoselas a terceros.
Exijamos a nuestros dirigentes que se anticipen, prevean, y administren, controlen y supervisen en consecuencia. Son ellos los responsables indirectos por omisión de esta tragedia que hubiese sido fácil de evitar. Hubieran bastado con los controles periódicos y obligatorios de inspectores probos, las intimaciones que hubieran correspondido al dueño del local y penas y multas de efectiva aplicación de no realizar las obras requeridas. Es muy probable que, en este lamentable episodio, hubiera bastado con un bombero probo que, vistas las condiciones del local, hubiera impedido la apertura del mismo. Pero hubo de ocurrir esta enorme tragedia para que las autoridades municipales pongan manos al asunto. Es que, para ellos, el precio de la tragedia ahora se mide en votos.

José María Condomí Alcorta