Dadas las limitaciones que sufre nuestro país en lo que se refiere a petróleo y gas, tanto sea para su uso como combustible para el transporte como para la calefacción, ¿No sería prudente que los gobiernos y legislaturas nacionales, provinciales y municipales comenzaran a pensar seriamente en impulsar, promover o incentivar la fabricación, comercialización y uso de automotores impulsados total o parcialmente, por electricidad, tanto sea para uso personal, de transporte urbano o de mercaderías?
Los beneficios no sólo se verían en el ámbito del ahorro por la importación de combustibles o el cuidado de las reservas de petróleo y gas, mucho más importante, se darían en el cuidado del medio ambiente que a su vez redundaría en la salud de todos nosotros.
Una vez más nuestros políticos tienen la oportunidad de anticiparse a lo que seguramente será una decisión ineludible en el futuro mediato: dejar de lado el uso de los derivados del petróleo y el gas para el transporte urbano de personas y mercaderías.
Enviada el julio de 29 de julio de 2010.
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