Enviada al diario en el año 2000.
Buenos Aires, 15 de septiembre de 2000.
Sr. Director,
Platón imaginó una caverna dividida por una pared. De la pared hacia la entrada de la misma vivían unos moradores que bailaban frente al fuego, portando por sobre sus cabezas unas figuras. Estas producían sombras que, proyectándose por encima del muro a manera de teatro chino, eran vistas por los habitantes del otro lado de la pared. Estos vivían maniatados y toda la información que poseían del resto del mundo era la que le proporcionaban las sombras. Sin embargo, los que agitaban las figuras, no lo hacían con la intención de perjudicar a los observadores del otro lado de la pared. La realidad que estos últimos percibían era deformada, aunque no intencionalmente.
Hoy, los que miramos las sombras en la pared somos aquellos que algunos llaman “el pueblo”, otros “los perejiles” o “la gilada”, y los más “la opinión pública”.
Del otro lado de la pared quienes danzan frente al fuego, lo hacen con la intención de ocultar la realidad que percibimos los moradores del fondo, imposibilitados de conocer algo más por nuestra cuenta.
La realidad se hace borrosa e imposible de reconocer. ¿Para qué hacernos consientes de la realidad?. Dicen ellos, si no sabríamos que hacer con ella. Mucho menos con los intereses que se mueven a su alrededor.
¿Quiénes agitan las figuras? Los hay políticos, periodistas, medios de comunicación y empresarios. ¿Qué buscan? Poder económico y político.
¿Tienen límites? No los nuestros. No reconocen códigos éticos o morales, no importa si el fin, el medio o ambos son legales, correctos, buenos o lo opuesto. La única consideración válida es ¿lo que hacemos, sirve a nuestros propósitos?.
Como ejemplo utilizaré a los recientes sucesos sobre presuntos cohechos por parte de algunos Senadores. El enorme caos de dichos, fuentes, denunciantes, anónimos, declaraciones, entrevistas, editoriales y artículos, ha logrado que nosotros (“la gilada”) de lo único que estemos seguros es de la enorme magnitud de los intereses en juego, ya sean estos políticos o empresarios. Sospechamos que, con seguridad, de lo banal, sobra información y de lo que es verdaderamente importante, falta. Que buena parte de la información está deformada o es falsa y que la verdadera naufraga entre tanta desinformación.
Lo más preocupante es que, al defender vaya a saber que intereses, algunos de los que deberían hacer un culto de la búsqueda de la verdad y la objetividad, abusan de la posición que tienen, poniendo en riesgo las instituciones que hacen a nuestra forma de gobierno. En efecto, hace poco tiempo atrás tuve oportunidad de ver en un programa de televisión un periodista que recomendaba el cierre del Senado y gobernar por decreto. Cuestionaba, abiertamente, a la institución más allá que alguno o algunos de sus temporarios ocupantes haya cometido cohecho. Esta metodología, la de la generalización, ha sido aplicada en reiteradas oportunidades para desprestigiar a instituciones, a bajo costo, e intentar deshonrar a todos sus integrantes. Las Fuerzas Armadas es el primer ejemplo que me viene a la mente, la Justicia es otro..
¿Qué nos queda? Apelar a la razón, intentar ver más allá, no conformarnos con la información que nos es ofrecida, cuestionar, ser críticos, no generalizar, no aceptar condenas mediáticas, creer en la Justicia, no aceptar información de quienes se proclaman dueños de la verdad.
Seguirán agitando las figuras que proyectan las sombras que nos es permitido ver. Por nuestra parte, en algunas oportunidades conseguiremos entrever a las verdaderas figuras y, las menos de las veces, conocer los verdaderos intereses en juego.
José María Condomí Alcorta
Submarinos
Hace 2 meses