lunes, 1 de septiembre de 1997

"Extra-NATO"

Buenos Aires, 21 de septiembre de 1997.

Sr. Director,

Finalmente los conflictos se manifiestan, más allá de los voluntarismos de nuestros dirigentes políticos, hayan sido previamente estudiados como hipótesis o no. La realidad es particularmente impiadosa con la imprevisión.
Los conflictos surgidos a partir de la alianza “extra-nato”, aparentemente irritativa para el gobierno chileno, y de la falta de apoyo de nuestro gobierno para que Brasil obtenga un lugar permanente en el “consejo de seguridad” son solamente manifestación de intereses en oposición de tres naciones que buscan un destino de grandeza para sus pueblos.
No cabe duda que ese anhelo se alcanzará más fácilmente si el marco es el de una creciente integración regional. Aún así es imprescindible tener en cuenta que, en la medida que un estado prospera y agranda la esfera de sus relaciones e intereses, multiplica las posibilidades de entrar en conflictos de distinta índole con otras naciones, al alterar las relaciones de riqueza, de poder, y las necesidades y utilización de los recursos humanos y económicos. No siempre los intereses de esas naciones, vecinas o no, son convergentes o simétricos con los nuestros. Y en estos casos el surgimiento de conflictos de intereses es absolutamente natural.
Asimismo es necesario destacar que los intereses a defender por las partes involucradas pueden ser “justos” y y/o sujetos a derecho para todos los actores, lo que sin duda dificultará la resolución del mismo.
Subyace bajo todo tipo de conflicto las relaciones de poder —entre fuertes y débiles, ricos y pobres o sabios e ignorantes—, ya sea en su génesis, desarrollo o resolución, y en consecuencia debe ser tenido en cuenta en todo análisis de actores, intereses, amenazas, riesgos y oportunidades. El poder, definido como la capacidad de influir directa o indirectamente sobre la otra parte más allá de su voluntad y de sus intereses, conforma la estructura que permite alcanzar los objetivos que materializan los intereses de cualquier actor ya sea un individuo o un estado. El poder no es intrinsecamente “malo” y
En otras palabras Brasil tiene todo el derecho de pedir para si un lugar permanente en el Consejo de Seguridad, mientras que la Argentina tiene a su vez el derecho se solicitar que ese lugar sea rotativo.
Argentina tiene todo el derecho de aceptar o no la designación de “aliado especial extra-nato” ofrecida por los EEUU, y Chile tiene el derecho pedir garantias al mismo en el sentido de que la amplia superioridad militar que ha logrado gracias a una política de defensa coherente y realista no sea alterada.
En estos momentos donde el concepto de “estado” evoluciona, en un contexto de regionalización en un primer plano y de globalización como marco totalizador, hacia horizontes donde pareciera entrar en conflicto con el de “nación”, mucho más antiguo, emocional y por ende irracional que el primero, afectando profundamente el de “estado-nación”, tanto en las relaciones entre los elementos que los componen como en las que estos mantienen con otros sistemas similares, con organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales o regionales, etc.
Lo imperdonable sería en esta situación caótica e inestable no prever con la suficiente antelación que los conflictos puedan surgir y en caso de que así suceda, cual sería su probable evolución.
Haber anatemizado a las hipótesis de conflicto como se ha hecho desde el gobierno nos condena a la improvisación permanente en la resolución de los mismos, encareciendo su resolución desde los puntos de vista tanto económico como político.
Todo se agrava cuando confiamos alcanzar los objetivos estratégicos de largo plazo de nuestro país gracias solo es escenarios voluntaristas, basados idealismos deseables aunque dificilmente probables.
En esta materia sería preferible hacer caso a la sabiduría popular: “mejor prevenir que curar”.
Atentamente,

José María Condomí Alcorta

lunes, 19 de mayo de 1997

"Hipótesis de conflicto"

Enviada al diario en mayo de 1997.

Buenos Aires, 19 de mayo de 1997.

Sr. Director,
Una vez más el ministro Domínguez, un buen economista según el Sr. Presidente, niega la existencia de hipótesis de conflicto con los países vecinos. Pareciera que por el sólo hecho de negarlas alejáramos definitivamente la probabilidad de un conflicto armado.
Nuestro ministro debería saber que las mismas son sólo eso, ¨hipótesis” que mediante su análisis permiten conocer los riesgos, oportunidades, actores e intereses de múltiples escenarios futuros. Y preveer en consecuencia.
En consecuencia utilizar una hipótesis de conflicto no implica bajo ningún aspecto la intención de ¨ir a la guerra¨, es más, nos permite analizar las acciones que debemos tomar para evitar que un conflicto escale hasta ese punto en el futuro.
Asimismo debería saber que no siempre los intereses de las naciones, vecinas o no, son convergentes o simétricos con los nuestros. Y que en estos casos el surgimiento de conflictos de intereses es natural.
La resolución de un conflicto de cualquier tipo entre partes -sean naciones, empresas o individuos- se da, la enorme mayoría de las veces, a través de la negociación. Individuos y empresas cuentan con una ventaja, se desenvuelven en un contexto ordenado en el que pueden apelar a una autoridad superior: la justicia. Las naciones están condenadas a un contexto anárquico ya que no existe ningún organismo supranacional que en forma “desinteresada” pueda imponer una solución considerada justa para todos los actores.
Queda entonces como recurso la negociación entre partes en la que cada actor pondrá en juego, para defender sus intereses y lograr sus objetivos, el peso de su ¨poder nacional¨. Este se compone por el poder económico, el político, el tecnológico, el cultural y por otros no menos importantes. Entre estos últimos tiene un lugar destacado el ¨poder militar¨.
La violencia que se ejerce sobre una nación es militar sólo en contadísimas ocasiones. La mayor parte de las veces es económica, cultural, tecnológica, etc.
Sin embargo basta que uno de los actores decida amenazar o utilizar efectivamente la violencia militar para que les demás involucrados se vean obligados a defenderse. Si pueden. En caso contrario deberán soportar severas restricciones a su soberanía, integridad territorial, autodeterminación y a la libertad de su ciudadanos.
El poder militar, siempre que sea “creíble”, es la barrera que desalentará al agresor al deteriorar su relación costo/beneficio. Para esto es necesario que cumpla con las siguientes condiciones: ser eficaz, que exista la intención política de utilizarlo llegado el caso, y comunicar claramente a los eventuales oponentes cuales son los intereses que no deben ser vulnerados.
Los gobiernos de la totalidad de los países que importan en este fin de siglo así lo entienden y lo manifiestan públicamente. Incluso nuestros vecinos. Nosotros seguimos creyendo en que las buenas intenciones serán suficiente. Y nuestros funcionarios siguen asombrándose de que otras naciones tomen a la defensa como un tema serio.
Atentamente,

José María Condomí Alcorta

miércoles, 30 de abril de 1997

"Desarme"

Buenos Aires, abril de 1997.

Sr. Director,

En el día de la fecha e leído con asombro en La Nación otra noticia proveniente del gobierno chileno. En efecto, no contento con las últimas adquisiciones que efectuara en materia de aviones de combate, misiles y tanques, el gobierno del país hermano ha decidido la compra de dos nuevos submarinos y la construcción de un tercero en astilleros propios. Es que no aprenden de nuestro ejemplo. Nuestro gobierno ha mostrado claramente el camino a seguir. Transformaremos nuestro astillero modelo para la construcción de submarinos en un moderno y lujoso shoping. Desguazaremos nuestro portaaviones y venderemos como chatarra un submarino en construcción. Me permito sugerir a las autoridades competentes que el ¨25 de Mayo¨ talvez podría servir, en un anexo a la futura aeroisla, como un parque de diversiones flotante recuperando con la venta de entradas algunos de los gastos que nos ha producido. Nuestra gloriosa Armada sin duda jugará un papel importantísimo si logramos, como pretende el gobierno, ingresar a la OTAN. Es en función de ello que nuestros prestigiosos hombres de la defensa han decidido seguir el ejemplo de las grandes armadas del mundo a las que pretendemos integrarnos: no a los submarinos, no al portaviones.

José María Condomí Alcorta

viernes, 4 de abril de 1997

"Submarinos"

Publicada en abril de 1997.

Sr. Director,
Hace algunos años Nicolás Maquiavelo escribió “...no he encontrado entre mis cosas nada más querido ni más estimado que mis conocimientos sobre las acciones de los grandes hombres, adquiridos a través de una amplia experiencia de las cosas modernas y de una repetida lectura de las antiguas”, privilegiando las lecciones que la historia brinda como método para no hacer caer a su príncipe en la repetición de errores que terminarían comprometiendo a su estado. En su articulo ¨La guerra que no se vio¨, publicado en La Nación el 6 de abril del corriente año, el Dr. Alejandro Amendolara nos recuerda una lección de la historia reciente de nuestra nación que el Presidente y su Ministro de Defensa deberían repasar muy atentamente. Tal vez así no cometan uno de los más importantes errores estratégicos que en materia de la defensa de nuestros espacios marítimos y de nuestra nación se está a punto de cometer: el abandono completo de la renovación y refuerzo de nuestra flota de submarinos. En efecto, la gesta heroica y a la vez solitaria del San Luis que demandó de las fuerzas británicas un muy importante esfuerzo para intentar (sin éxito) localizarlo, la alerta antisubmarina de la fuerza de tareas británica ante supuestos avistamientos de periscopios, las operaciones de inteligencia británicas para conocer el grado de alistamiento de los TR-1700 durante la guerra, las acciones de los submarinos enemigos en lo que se refiere a tareas de patrullaje, bloqueo e infiltración de comandos y por sobre todo las consecuencias que para la guerra tuvieron las acciones del Conqueror (recientemente desafectado de la armada británica) que con torpedos de tecnología propia de la segunda guerra (no filoguiados) terminó con la vida de cientos de argentinos, negándole a partir de ese momento la utilización del mar a nuestra armada, demuestran una vez más la importancia de esta arma silenciosa. El submarino no solo causa estragos con la efectiva utilización de sus armas o impone respeto por su presencia. El submarino obliga por la sola posibilidad de que se encuentre de patrulla en el área. Es una poderosa arma disuasoria. No es necesario que su presencia sea problable, basta con que sea posible. Obliga al oponente a considerar siempre la peor de las hipótesis: hay un submarino acechando. Y nada menos que Karl Von Clausewitz, dándonos otra lección para recordar, escribió en su libro De la Guerra que “Los encuentros posibles han de ser considerados como reales a causa de sus consecuencias”. Las naciones que de una u otra forma importan en este anárquico contexto de fin de siglo tienen en claro estos y tantos otros ejemplos en el momento de tomar decisiones con respecto a la conformación de sus flotas de mar. Por tomar sólo ejemplos cercanos: Brasil continúa con el proyecto de construcción de submarinos nucleares y Chile acaba de anunciar la compra de varias unidades de submarinos convencionales de última generación. Una de las misiones fundamentales de nuestro estado es salvaguardar los intereses vitales de la Nación (la libertad de sus habitantes, su autodeterminación, y la integridad territorial) proveyendo ¨a la defensa común¨ según manda la Constitución Nacional. Aún así, bajo este mandato, no sólo privatiza Domeq García con un submarino TR-1700 al 85% de su terminación sino que en un acto que muestra la escasa visión estratégica de sus dirigentes desmantela al ARA San Luis que se encuentra en reparación. Ambos submarinos serán desguazados y vendidos como chatarra. Y allá va nuestra Argentina queriendo estar entre las naciones más importantes del mundo en este siglo XXI que se avecina, confiando ciegamente en que algún ¨hermano mayor¨ defenderá nuestros intereses siempre que le sea requerido, aún en contra de los suyos. Es que no tomamos en cuenta ni siquiera las lecciones de la historia que nosotros mismo hemos escrito a costa de la sangre de nuestros héroes.
Muy atentamente,